¿Qué retos legales plantea el Internet de las cosas?
Para muchos se trata aún de un concepto desconocido o apenas perfilado… pero el llamado Internet de las cosas ya es una realidad palpable que convive con nosotros y que promete crecer como la espuma. De hecho, se calcula que esta industria experimentará en los próximos años un crecimiento exponencial: los expertos aseguran que la previsión es que se facturen 135 millones de euros en 2018, frente a los 9,7 millones obtenidos 2013. Pero, ¿qué es el Internet de las cosas? Y en lo que respecta al Derecho, ¿qué retos legales plantea?
Cuando hablamos del Internet de las cosas nos referimos a una nueva fase del desarrollo de Internet (la tercera, para ser exactos) basada en mejorar la relación que tenemos con nuestro entorno a través de la introducción de esa tecnología en las cosas que nos rodean. Y cuando decimos cosas nos referimos, literalmente, a cualquier objeto: ropa, sillas, mesas, coches, hogares, ciudades… En el futuro se comercializarán miles de productos que incorporarán cada vez en mayor medida procesos industriales y tecnológicos para que admitan la recopilación de datos. Por ejemplo, una camiseta ya puede recopilar información sobre nuestra frecuencia cardíaca. Del mismo modo, existen bodies para prevenir lesiones lumbares, zapatillas que previenen caídas, guantes que acumulan calor o bolsos que se iluminan con energía solar. También existirán coches que permitan múltiples fórmulas de personalización. Las posibilidades son infinitas.
Sin embargo, este nuevo paso plantea algunas dudas legales relacionadas con la privacidad: en muchos casos estos objetos acumularán datos de forma constante, y está por ver a quién pertenecen o qué uso se hará de ellos. Al fin y al cabo, su acumulación puede generar estadísticas muy valiosas –por ejemplo, para el sector sanitario- y, en general, se presentan los mismos problemas que con la cesión de datos en Internet y su uso y venta de multinacional a multinacional.
Sin regulación específica
Como suele ocurrir en el mundo del Derecho, las leyes van siempre un paso por detrás de la realidad, y el caso del Internet de las cosas no es una excepción. No existe aún una regulación específica. Y el principal reto es precisamente el de la privacidad y la seguridad de los datos. Son estos los problemas que pueden oponer los consumidores antes de lanzarse a consumir este tipo de bienes, ya que estar permanente conectados implica ese intercambio, procesamiento y almacenamiento automático de información.
Los expertos adelantan que, a nivel seguridad, la cadena de valor es compleja y con numerosas capas o agentes que acceden, transmiten y almacenan esos datos. Ello hace que esta información sea susceptible de ciberataques, y habría que determinar con claridad de quién sería responsabilidad esa potencial vulnerabilidad. Esos ataques supondrían, tal vez, acceso por parte de terceros a objetos que afecten a nuestros hogares o a nuestros coches, con el consiguiente peligro para nuestra seguridad e intimidad.
Otro punto clave es la migración voluntaria de datos de una empresa a otra en caso de cambiar de servicio. Además, en lo que respecta a la intimidad, la clave pasa por evitar una regulación excesivamente permisiva y por controlar siempre la cesión de datos para que en ningún caso el consumidor desconozca su acumulación o su traspaso a terceros.
En definitiva, existen muchos aspectos legales que tendrán que abordarse en los próximos años para esclarecer el reparto de responsabilidades y los protocolos necesarios de información al consumidor, entre otras cosas. Es importante que quien adquiera este tipo de objetos sea plenamente consciente de sus implicaciones.